Otrora mi pueblo
rebosaba vida,
y agora la parca
acecha Cabida.
Aún veo a los hombres cantar en las rondas coplillas y jotas y vestidas de gala bailar a las mozas. Recuerdo a mi padre que solo vivía por ver a mi madre feliz y tranquila. Y añoro a mi abuelo que al amor del fuego de pastores y lobos me contaba cuentos. Un aciago día lleváronse el olmo, aquel viejo olmo que nos protegía; |
con él nos quitaron
el alma y la vida,
solo nos dejaron
pena y agonía.
No pasa ni un día sin que mi memoria desempolve historias, jugando en la plaza de niña en Cabida, saltando a la comba. La plaza sin niños, las calles sin gente y el fluir tranquilo del agua en la fuente. ¡ qué sola Cabida ¡ María |
Qué sola Cabida
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