Memoria de los últimos olmos de mi pueblo
En la puerta de la iglesia
dos árboles milenarios,
con sus profundas raíces
sabe Dios de cuantos años.
Al mirarlos me da pena
su miseria contemplando;
les ha llegado la plaga
de ese maldito gusano
que horadando su corteza
al corazón ha llegado.
Bajo sus verdes hojas
su sombra nos ha cobijado.
Os habéis quedado sin vida
y os contemplo llorando.
Vamos ganando la vida
en saber y en adelantos;
y también hay que sufrir
con el tiempo desengaños.
Miras al cielo y suspiras…
¿qué es lo que está pasando?
¡antes la savia subía
y ahora va para abajo!
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Es tanto ya lo que mola
con la inyección y el pinchazo
que no solo a las personas
sino también a los olmos
la ciencia ha alcanzado;
pero con tantos esfuerzos
no hemos podido salvarlos.
¡Adiós árboles hermosos
que en otros tiempos os viera
ufanos y majestuosos
vigilando la cancela!
Nos librábamos del sol
cuando de misa salíamos,
nos sentábamos a los pies
a contar los chascarrillos.
¡Adiós árboles hermosos,
cuantas cosas habréis visto;
cuantos pecados mortales
habrán cometido a Cristo!
Para poder despedirme
un gran beso os envío;
os ha llegado la muerte
y evitarla no han podido.
Felipa Sanz (1992)
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