El País ( 31-08-2018)
ZA-102, la carretera de los pueblos que votan la autodeterminación
Porto quiere ser de Galicia; Pradorramisquedo, de Castilla y León. El olvido de las Administraciones ahoga las localidades fronterizas, que piden cambiar de comunidad
La base de operaciones de la declaración unilateral de independencia de Porto (Zamora) no está en la casa consistorial que hoy gobierna Ciudadanos, sino en el único bar que queda en el pueblo, de los ocho que llegaron a ser en los tiempos de bonanza. La casa Rabel, que lleva el nombre del instrumento tradicional —con tres cuerdas hechas «con pelo de rabo de yegua» y un cuerpo fabricado con «cerezo y piel de gato»— es el lugar en torno al que gira el movimiento secesionista, la Plataforma 102.
Allí gestaron la idea del referéndum que tuvo lugar entre el 12 y el 25 de agosto, con una caja de plástico a modo de urna, en la que el pueblo expresó su deseo de «disgregarse de la comunidad autónoma de Castilla y León en favor de otra que respete e invierta más en el desarrollo de Porto» (sí, 207 votos; no, 19; en blanco, 6). En la consulta, en la que además de los 179 censados podían participar los que viven fuera y vuelven en verano, se votó también «abandonar el Parque Natural del Lago de Sanabria y Alrededores» (sí, 193; no, 28; en blanco, 11). Hacía mucho tiempo que los vecinos peleaban contra el abandono que dicen padecer de su Gobierno regional y de la dirección del parque: habían organizado manifestaciones y hasta el corte de una nacional. Habían dinamitado el récord de quejas en el Procurador del Común (el defensor del pueblo de su autonomía). Pero solo con esta consulta separatista han logrado convertirse, esta semana, en foco de periódicos y televisiones de toda España. Ahora, los miembros de la Plataforma 102, vestidos permanentemente con gorras, camisetas y pañuelos naranja (que nada tienen que ver con el color del partido de su alcaldesa) atienden a los reporteros a las puertas del Rabel y entran a verse en la tele, entre aplausos, cada vez que salen en un noticiero.
Este grupo rebelde bendecido por esta aplastante mayoría vecinal ha tomado el número de la única carretera que lleva a la capital del municipio. Una arteria agónica, estrecha, serpenteante y maltratada por la nieve y el desinterés político que con el tiempo ha dejado de bombear oxígeno al pueblo. La ZA-102 mide 28 kilómetros de baches, grietas, curvas y angosturas, y en su recorrido junto al río Bibey se denomina varias veces OU-124 porque discurre por la frontera entre Galicia y Castilla y León. Como ya no quedan tiendas, ni panaderías, ni nada, por allí se aventuran el coche del panadero, los vendedores ambulantes dos días a la semana, y el médico y el enfermero que pasan consulta frente al bar otros tres. La ZA-102, construida en los años cincuenta por la Hidroeléctrica Moncabril para la puesta en marcha de varias presas que hoy son de Endesa, es cuestión de vida o muerte para Porto; otros pueblos zamoranos como Villanueva de la Sierra, Pías y Barjacoba; y el gallego Pradorramisquedo (Ourense).
Y mientras los habitantes de las localidades zamoranas, más distantes de su capital provincial que de Ourense, tienen que entrar en Galicia y enlazar con la N-525 y la A-52 para ir a Lubián, Puebla de Sanabria y Zamora, para buscar el Sintrom y hacerse análisis los vecinos de Pradorramisquedo deben recorrer por Castilla buena parte de los casi 40 kilómetros que los separan de su cabecera municipal, Viana do Bolo. Es la ley de esta ruta del olvido, atrapada a la sombra de las Administraciones en un paisaje de montaña que se descuelga entre Peña Trevinca (2.127 metros) y el Parque Natural del Lago de Sanabria, del que Porto, segundo ayuntamiento más grande de Zamora (201 kilómetros cuadrados), aporta la mayor parte de su superficie pero cree que «no recibe nada de nada, más que normas y restricciones».
Y si los portexos han decidido ahora, por voluntad popular, que no quieren ser zamoranos y prefieren ser adoptados por Galicia, en 2005 a 10 kilómetros, en Pradorramisquedo, la envejecida población acordó justo lo contrario. Los vecinos, que también se sienten huérfanos de gobernantes que miren por ellos, se reunieron en la Casa del Pueblo, una caseta de bloques de cemento erigida en lo alto de una roca, y pactaron que querían ser zamoranos. Y a poder ser, en ese proceso, integrarse en el Ayuntamiento de Porto, con el que comparten el embalse de San Sebastián, y que ahora precisamente quiere dejar de pertenecer a Castilla y León.
«Nos sentimos muy gallegos», confesaba en 2007 el entonces alcalde pedáneo de Pradorramisquedo, Rogelio Blanco, «pero si ser gallegos es estar aquí abandonados, pues queremos ser zamoranos». «Bah, qué más dará lo que nos sintamos», le discutía su esposa, María Fernández: «Si los de Porto tienen mejor gallego que nosotros… Tendríais que oírlos: ¡Una maravilla! Parecen de Pontevedra. Si nosotros decimos cuchillo, ellos dicen cutelo; y ovo por huevo; y ouvire por oír». Hoy aquel jubilado que ejercía de pedáneo ya no vive en Pradorramisquedo; se ha marchado a Verín (Ourense, 14.031 habitantes). Y su sucesor en el cargo también se ha ido, en su caso al ayuntamiento de A Rúa (Ourense, 4.530 vecinos).
Aunque hay parque con tirolina y una piscina de río en la que se nada entre truchas, Porto ya no tiene colegio, ni escolares. Uxía, la última niña que quedaba en el pueblo zamorano, ha emigrado con sus padres ganaderos a Verín «porque empieza la guardería». Su pérdida es una desgracia para el pueblo, como lo fue para los de Pradorramisquedo que Álvaro se hiciese mayor. Ahora los viejos ya no pueden montarse en el bus escolar que antaño pasaba a las 7.30, para ir al médico a Viana do Bolo. «Hay que llamar al taxi, y cobra una burrada», comenta Juan Blanco, que actualmente vive en Ponferrada y solo viene cuando puede. «Aquí ya no quedan más que siete personas», calcula con los dedos. «Un pastor de ovejas, otro de vacas, dos hombres y tres mujeres que viven solas y tienen más de 90 años: mi madre, que es Teresa, Isabel y Josefa». Así que en Pradorramisquedo, que a veces queda aislado cuando el Bibei se desborda al abrir la presa, hoy ya no hay ni siquiera cuorum para autodeterminarse. La situación es tan grave que han tenido que mover dos veces las fiestas patronales para que cayesen en pleno verano, con el regreso de los emigrados, y no tener que pasarlas en soledad.
Mientras tanto, en Porto, donde como decía María Fernández el que más y el que menos habla gallego (o mejor dicho «portexo»), el 16 de julio estuvo tocando la Orquesta Panorama, signo de poderío donde los haya para cualquier pueblo de Galicia. En el bar Rabel la bebida nacional es la cerveza Estrella Galicia. «Y si el viernes noche falla la TVG, los viejos te montan una revolución», asegura un vecino retornado hace unos meses de su juventud en Vallecas, Ramiro Tomás. El activista de la plataforma se refiere al programa musical Luar, el más longevo de la tele gallega, 25 años en antena; una marca que en España solo fulmina Informe Semanal.
En la ZA-102, todas las señales verdes que indican que se está en la provincia de Zamora han sido corregidas con espray y ahora pone que aquello es Galiza, Galiza Ceibe (Galicia Libre), o incluso Galiza Ceibe Provincia de As Portelas, el territorio que forman los municipios zamoranos donde aún se habla gallego, y que en 2005 eran incluidos por el BNG en una propuesta de estatuto de Galicia. «Estamos de separatismos hasta las narices», clamaba en aquellos tiempos el entonces alcalde de Porto, Rogelio Carracedo (PP), tío de la actual regidora de C’s, Guadalupe Carracedo. Pero 13 años después, muchos vecinos de Porto creen que a ellos, por proximidad y afinidad, les correspondería pasar de la Junta a la Xunta. «Yo me siento más gallego que zamorano, no me identifico nada con Sanabria», confiesa Joaquín Pérez. «Históricamente nuestras relaciones fueron con los ayuntamientos ourensanos de A Veiga y Viana do Bolo, y allí seguimos teniendo fincas con castaños y vides».
Muchos de los que regresan en verano sueñan con volver para quedarse, pero no pueden. Los portexos, empujados durante décadas a emigrar a Madrid y Bilbao, se sienten «maltratados». No les basta con que el parque natural haya incluido al fin el nombre de su pueblo en la denominación oficial (Lago de Sanabria y Sierras Segundera y de Porto, aunque lo que figura en casi todas partes es «y Alrededores»). Tampoco se conforman con el arreglo de la carretera que, al fin, ha adjudicado a una empresa de Murcia, para empezar en otoño, la Junta de Castilla y León.
«La obra tiene un presupuesto de 2,4 millones», explica Élida Carracedo, portavoz de la Plataforma 102, «y solo va a consistir en un asfaltado y la creación de algunos apartaderos» en las zonas donde el paso se estrecha más peligrosamente. «Pero nosotros lo que queremos es saber qué pasó con el presupuesto que se había aprobado en 2011. Eran 12 millones, siete de la Unión Europea, para anchear la vía y prepararla en condiciones. Nunca se nos dijo adónde fueron a parar».
La consecuencia, durante décadas de olvido, fue una imparable sangría de población. «De 42 ganaderos que éramos, quedamos tres», cuenta José Antonio Bruña. «El párroco ya no vive aquí; la Guardia Civil, tampoco, cerraron siete bares, las dos panaderías, las dos carnicerías», protesta Félix Blanco, «y eso que hemos peleado la tira». «Las ambulancias se vuelven locas para llegar, así que si la urgencia es seria tiene que venir un helicóptero y tomar tierra en el campo de fútbol», describe Ramiro Tomás. «Y hay accidentes, por supuesto. Hace unos meses, como los laterales no están asegurados, cayó una roca de cuatro toneladas. Otra vez se les fue la mano abriendo las compuertas del embalse, se inundó la carretera y una chica quedó atrapada con el coche», sigue el vecino retornado. «Yo sé que la gente que lea esto fuera dirá ‘para cuatro gatos que son quieren que se gasten millones en la carretera. Pero es que aquí hay media docena de embalses que dan luz a media España y solo pedimos poder vivir en la tierra que llevamos en las venas».